La Revolución Industrial transformó la vida de la ciudad e hizo posible una mayor productividad, que determinó sostener concentraciones demográficas cada vez más densas en Europa y posteriormente en otras zonas del mundo. Teniendo un punto de partida en el proceso industrial durante los siglos XVIII y XIX, que requirió la concentración de la mano de obra cerca de las fuentes de energía y transporte.
Las ciudades industriales aparecieron rápidamente en el
Reino Unido, noreste de Europa y nordeste de los Estados Unidos. De manera
simultánea, las ciudades ya existentes aumentaron su población. En l850, menos
del 7 % de la población mundial vivía en centros urbanos de más de cinco mil
habitantes. Hacia l950, ya era más del 30%, y en las naciones industrializadas,
el doble.
La ciudad industrial trajo consigo la proliferación de
viviendas hacinadas para albergar a la multitud de obreros que venían del el
campo a la ciudad en busca de trabajo y de mejores niveles de subsistencia.
Surgidas a mitad del siglo XIX, estas ciudades crearon una
serie de problemas que, unidos a los que surgieron posteriormente, en especial
el crecimiento desmesurado de los núcleos urbanos, han llevado a los
arquitectos, urbanistas, planificadores y gobernantes a diseñar ciudades un
poco más racionales y humanas.
Es cuando la introducción de nuevos materiales como el
cemento, el hierro y el cristal determinaron el nuevo reto constructivo propio
de la revolución industrial. Las fábricas, las minas y el ferrocarril,
estimularon la formación de nuevos núcleos urbanos que dieron al traste con los
conceptos tradicionales del urbanismo. Y la superpoblación de las ciudades
industriales, se unió la deficiente planificación constructiva, insuficiencias
infraestructurales y una creciente contaminación ambiental.
Los retos para las urbanistas no se hicieron esperar:
grandes innovadores se hicieron presentes en las grandes transformaciones de la
mitad del siglo XIX y principios del siglo XX. La gran remodelación de París, por
ejemplo, se debe al Barón Georges-Eugéne Haussmann. Este renovador abrió nuevas
redes variadas, al crear otra versión del sistema axial barroco. Ordenó la
construcción de nuevos edificios públicos, planteó un sistema que iría a
garantizar buenas condiciones de habitabilidad para los sectores sociales bajos
y creó parques y jardines públicos, cuando esto sólo existía en el hábitat
privado de los nobles.
Los problemas de la ciudad industrial como la contaminación
y la aglomeración, produjeron tempranamente la revolución en la planeación con
Le Corbusier, quien ideó la "ciudad verde" con espacios abiertos, las
"unidades de habitación", los espacios habitables organizados, las
edificaciones de carácter vertical, íntimamente ligadas al espacio circundante;
separación de las vías peatonales de las automovilísticas y le dio a cada
sector urbano su propia función. De ahí provienen el funcionalismo y el
racionalismo en materia de planificación urbana.
Pero en Latinoamérica los fenómenos de la industrialización
ligados al urbanismo, han sido mucho más abruptos que en otros lugares del
mundo. Estuvieron ligados al nacionalismo y al populismo, al modelo de
industrialización para la sustitución de las importaciones, a las violencias y
a la migración campo-ciudad. Con todo ello, surgieron los barrios industriales,
generalmente de manera lineal a lo largo de las grandes arterias; así
aparecieron los suburbios, los tugurios, los conventillos, las vecindades y las
favelas. Y con ellos sobreviene el desarraigo de los nuevos habitantes de la
ciudad.